Con “El siglo del individualismo” nos encontramos ante unos
de los documentales más atrevidos, valientes y revolucionarios jamás
realizados. Tanto que cuesta imaginar cómo fue posible que una televisión
pública, al servicio de uno de los estados más profundamente capitalistas del
mundo, emitiese semejante obra de arte sin censura de ningún tipo.
“El siglo del individualismo” no es un
documental cualquiera. Es mucho más. Es una puerta abierta para entender en
profundidad el funcionamiento de nuestra actual sociedad
consumista-capitalista, así como, incluso, para aprender a conocernos un
poquito más a nosotros mismos: concretamente el porqué de nuestras conductas,
pensamientos, valores y comportamientos dentro de la misma.
Esto es así en tanto que “El siglo del
individualismo” nos revela uno de esos secretos maravillosos que cuando uno los
descubre y entiende ya nada, para bien o para mal, vuelve a ser lo mismo. Es
una puerta abierta al conocimiento sociológico profundo.
Este además es un secreto realmente demoledor: allá
donde tú crees que eres una persona libre que toma en todo momento sus propias
decisiones libres, lo que hay en realidad es una persona cuyas decisiones, en
un buen porcentaje de ocasiones, no son más que el fruto de una serie de ideas
que otras personas han pensado previamente por ti.
No por azar, claro, sino para que tú pienses,
sientas y actúes conforme a lo que esas otras personas esperan de ti. Y lo
esperan no por capricho, sino para que sus privilegios sociales no desparezcan,
y sus intereses, políticos y económicos, no dejen nunca de satisfacerse. Para
que, en definitiva, te conviertas en un fiel siervo de su poder en la sombra.
“El siglo del individualismo”, aunque suene
duro decirlo, te muestra que, lejos de ser tan libre como crees, estás más
cerca de ser un esclavo al servicio de unos amos con nombres y apellidos que de
ser un sujeto verdaderamente libre. Por menos, algunos podrían sentir una
crisis profunda de personalidad y de creencias. El siglo del individualismo se
convierte así, para quien tenga la capacidad de analizarlo desde una
perspectiva crítica y no como mero espectador pasivo, en toda una experiencia
vital, máxime si antes no tenía conocimiento alguno de todo aquello de lo que
se habla en el documental. Es uno de esos documentales que, más que verlos, hay
que dialogar con ellos. Y al hablarte te dirán tantas cosas que no podrás
evitar sentirte asombrado e incluso asustado por ello.
Pero la reflexión a la que semejante revelación
induce no tiene solo implicaciones individuales. Tal revelación atenta también
contra otra de esas grandes “verdades” que pocos ciudadanos se cuestionan en la
actualidad, una de esas verdades repetidas, como si fuesen mantras, en las
clases de historia de nuestros colegios, institutos y universidades de toda
índole, tal cual es el carácter -dizque- ilustrado de la sociedad en que
vivimos.
Ya desde los orígenes mismos de la modernidad
ilustrada la búsqueda de la libertad se constituyó en el motor fundamental para
los cambios políticos, económicos, sociales e individuales que estaban por
venir, y de los cuales, nos dicen los libros de historia, nuestra civilización
es el resultado final. Este hecho presuponía, entre otras cosas, que cada
uno de nosotros debía ser participe de la historia, desde su propia libertad
individual. Ese era el gran cambio ilustrado, el gran sueño de la Ilustración.
Ese es, supuestamente, el motor de nuestra actual civilización occidental. El
sueño ilusorio de la libertad.
Un sueño, sin embargo, que, pese a lo que
pudiera parece en primera instancia, jamás llegó a realizarse. Documentales
como el aquí tratado así lo demuestran, sin necesidad de pasar más que unas
horas frente a la pantalla de tu televisor o de tu ordenador personal.
El sueño ilustrado muere cuando el consumismo
emerge: he ahí la otra gran revelación de
este magnífico documental. Lo que nos viene a decir básicamente es
que no somos tan hijos de la ilustración como nos han hecho creer, no. Somos,
más bien, hijos de la alienación más sutil que jamás haya existido a lo largo
de la historia: la alienación consumista-capitalista. Somos hijos, en
definitiva, de un proyecto completamente antilustrado que domina nuestra
sociedad de cabo a rabo. Hijos de la esclavitud del tener frente a la libertad
del ser, como bien nos señalase Erich Fromm en su obra "Del tener al
ser".
Fue Sigmund Freud quien, en primera instancia,
tal y como nos hace ver también este documental, comenzó a matar tal sueño
ilustrado de situar la libertad por encima de todas las cosas. Freud nos diría
que el ser humano, por más que crea en la libertad como valor supremo de la
sociedad, está condicionado por una lucha de fuerzas internas difícilmente
controlables por vía de la racionalidad; una racionalidad a la que, además,
someten y sojuzgan. La libertad plena del hombre, tras Freud, se convierte en
una ficción.
El hombre, muestra Freud, ya no sólo no es
libre ante el mundo, la sociedad o sus instituciones, sino que ni tan si quiera
es libre ante sí mismo. Oscuras fuerzas inconscientes gobiernan y determinan la
formación de nuestra personalidad y el desarrollo de nuestra conducta, tanto o
más que la voluntad libre y consciente. Fuerzas que, como si fuesen
torbellinos, no podemos controlar. Que nos hacen esclavos de nosotros mismos.
Esa vena abierta en el sueño ilustrado, de la
que brotaba sangre a borbotones, sería precisamente la que utilizase un sobrino
estadounidense del propio Freud, Edward Bernays, para acabar definitivamente
con las esperanzas despertadas por los ilustrados. Bernays, como bien se
detalla en el documental, sería el primero en percatarse del incalculable
potencial que las teorías de su tío ofrecían a los intereses del capitalismo.
El razonamiento propuesto por Bernays, aunque
con efectos devastadores para la libertad humana, fue sencillo: si es verdad
eso de que el hombre está sometido por una serie de fuerzas, pulsiones, deseos
y necesidades inconscientes que ni si quiera él mismo conoce, y que operando
desde un oscuro lugar de su mente tienen capacidad para influir en la formación
de su conducta y de su personalidad, también lo será que, manipulando
convenientemente tales pulsiones, deseos y necesidades ocultas, se podrá
también influir directamente en la conducta, el pensamiento y el comportamiento
de estos sujetos, de tal modo que ni ellos mismos sean conscientes de la
manipulación a la que están siendo sometidos, e incluso cuando estos sujetos se
crean, desde su pensamiento consciente, verdaderamente libres. Solo era
cuestión de encontrar la forma de entrar en el inconsciente de las personas
para introducir en él los mensajes más acordes al funcionamiento de la nueva
sociedad consumista que estaba emergiendo.
El consumismo-capitalismo había logrado así
encontrar la cuadratura del círculo en la manipulación de masas: las
clases dominantes podían seguir defendiendo un discurso emancipador, de acuerdo
a las exigencias conscientes de las masas según el espíritu ilustrado propio de
nuestra época, pero de manera oculta operarían mediante todo un mecanismo
psicológico para la sumisión y alienación de la consciencia de éstas, a través
del estudio, control y manipulación de sus ideas, pulsiones, deseos y
necesidades inconscientes. Tú te debes creer, y te creerás,
conscientemente libre, pero tu inconsciente estará controlado por las
intenciones de aquellos que hacen de la sociedad su gran negocio.
Así consiguieron convertirnos en esclavos de la
publicidad y de la propaganda, que en el sistema capitalista vienen a ser lo
mismo. Ninguno de los elementos, ni en la forma ni en el contenido, de todos
esos anuncios publicitarios que nos invaden por doquier está improvisado. Todo
está estudiado y analizado al más mínimo detalle. Todo para que no puedas
escapar de ellos. Todo para que se estos se conviertan en tu guía de sentido y orientación
vital, de la que emergen tus valores morales, éticos y estéticos, con los que
has de moverte por el camino de tu existencia cotidiana.
Detrás del lanzamiento de cada anuncio, de cada
marca, está el trabajo de un equipo interdisciplinario, que se basa en
múltiples conocimientos acumulados sobre psicología de masas, el comportamiento
de los consumidores y los efectos de la publicidad sobre los mismos. La
publicidad no solo vende productos, si no que vende un estilo de vida: justo
aquel que es más rentable para los intereses del capitalismo, esto es, de
quienes detentan el poder en él. Entrará en tu inconsciente hasta apoderarse de
él, y de tu vida.
Nuestros proyectos de futuro, el sentido que
damos a nuestras vidas, nuestros valores éticos y estéticos, todo,
absolutamente todo, está condicionado por una serie de ideas previas que
“alguien” ha puesto ahí para que nosotros interioricemos y reproduzcamos.
No somos libres, no. No al menos tan
libres como nos creemos. Somos el producto de un modo de vida y de unos
intereses que no son los nuestros. Somos, en definitiva, hijos de quienes
supieron ver en el control del inconsciente un arma para dominar consciencias.
Somos, pues, hijos de Bernays, mucho más que de
la Ilustración: nuestra sociedad puede ser en apariencia ilustrada, nosotros
no. Nuestra Constituciones podrán decir que somos libres, nuestro inconsciente
no. Libres de derecho, esclavos de hecho. Eso somos.
Eso es, en síntesis, lo que nos enseña, de
manera clara, concisa y contundente, este gran documental. Un revelación que,
como dijimos al principio, una vez conocida y comprendida, ya nada vuelve a ser
lo mismo. Salvo que, claro, se quiera optar por seguir siendo un esclavo para
el resto de nuestras vidas. ¿Lo quieres tú?
Prueba a ver este documental y luego te
autorespondes...
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